Publicado Revista DirCom Jun-2005
El concepto Responsabilidad Social
Corporativa o Empresaria, nacido del interés competitivo patronal, sospechado
de pretender generar barreras arancelarias, dirigido primariamente a las multinacionales,
puede convertirse en una herramienta de reorganización social, donde cada parte
asume su cuota parte de compromiso con su prójimo, contemporáneo o futuro, en
un plano de respeto mutuo, tolerancia y proporcional esfuerzo y donde nadie puede
ser o estar excluido.
Ninguno desconoce que la brecha
entre los más ricos y los más pobres siempre existió, aunque la hemos visto
incrementada en la década del 90, no solo en nuestro país sino en casi todo el
mundo. Y a pesar de los diferentes índices positivos de crecimiento, nada hace
que se revierta esa tendencia, en similar proporción a como se fue deteriorando
en perjuicio de los que por ahora, en forma silenciosa, no se someten a la
resignación de ser los perdedores.
Muchos factores inciden para que ello
ocurra. Falta de adecuadas políticas por parte de los Estados, la injusta
distribución de las riquezas generadas desde las empresas privadas, crisis de
valores y quiebre del entretejido social, ambición desmedida y corrupción de
los individuos, etc., etc., etc.
¿Cómo hacer para que el rico o el
poderoso se preocupen o asuman un criterio diferente con los más débiles
o necesitados? O simplemente se avengan a dialogar en busca de un equilibrio
que frene reacciones o impulsos muchas veces descontrolados. O acepten que
“Donde hay una necesidad hay un derecho”, frase de “Evita”, popularizada por
políticos y cuanto aprendiz de dirigente social que quiera congraciarse
con la gente.
Los piquetes, los conflictos
obreros, la posesión de un espacio y la obstaculización de su uso por terceros,
conllevan inexorablemente a la represión, en busca de reestablecer un falso
orden, no haciendo más que mostrar que la convivencia se torna frágil y hasta
imposible, motivo por el que la dirigencia, de todos los sectores involucrados,
deben hallar alternativas estratégicas que vuelvan a equilibrar posibilidades y
reconquistar el respeto mutuo, para un diálogo constructivo, en busca del
reconocimiento por la riqueza producida y por todos, en más o en menos,
generada.
Nuestro criterio de RSE
Cuatripartita, involucra obligatoriamente no solo a la Empresa, (como
orientadora y gestionadora del capital), sino también al Estado (en su rol de
articulador de objetivos comunes sustentables), los Trabajadores sindicalizados
(artífices del saber hacer diario con estructuras de apoyo) y las diversas
Organizaciones de la Sociedad (ONG, Universidades, Clubes deportivos, Soc. de
Fomento, Fundaciones etc.), según el protagonismo particular y/o regional.
Todos asumiendo y colaborando
esperanzados, en que la dirigencia empresaria supere su ceguera y egolatría
sectorial; los políticos que administran el Estado, asuman la obligatoriedad de
trabajar para una causa local, regional o nacional, superadora de conflictos e
inequidades y duración pos generacional; los dirigentes sindicales se
rediman en su rol protectorio y abandonen su apoltronamiento gerencial en
servicios/negocios de dudosa transparencia a favor de sus representados; las
organizaciones sociales con transparencia intelectual, según su propio
expertice, participando en el ordenamiento y mejoramiento de la comunidad y de
ello seguramente los asalariados, los profesionales, los estudiantes, la
sociedad toda, podrá superar resentimientos generados por la desigualdad, la
marginación y la falta de reconocimiento social.
Si bien los Principios de OIT para
empresas multinacionales y desarrollo social, las directrices OCDE, Pacto
Global, Objetivos del Milenio, entre documentos de nivel internacional, normas
como SA8000, AA1000, SG21, más los índices puntuales y regionales, o la
ISO 26000 y el GRI, muestran la intencionalidad de normalizar la temática
mostrando válidos y positivos antecedentes, debe asumirse que la gestión de la
Responsabilidad Social es un proceso que recién comienza, y que, debiendo
expresar actitudes por encima del cumplimiento de las obligaciones legales,
compete a quienes tienen mayor poder de decisión, dar los pasos de mayor
transcendencia que consoliden la ética y moral de las conductas corporativas.
Las herramientas comunes son simples
pero contundentes: respeto e inclusión, transparencia de objetivos,
rendición de cuentas, participación y prácticas comunes de ética y
anticorrupción.
En resumen, de todos depende y para
todos serán los beneficios de las relaciones que hacen “un mejor vivir”.
Adalberto Tadeo Steinfeld
Intersindical.com
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