lunes, 22 de enero de 2018

¡Hermana Libertad! - ¡Compañera Dignidad!


      La pretensión, es generar la reflexión y el debate de la conducta de los trabajadores, con una visión desde la organizan sindical, por ser ella el medio donde más años he transitado y me he desarrollado, y para con la cual asumo una deuda impagable, de donde he podido acopiar información  especial y personalísima y para la cual ansío lo mejor, más allá de los hombres que puedan conducirla..
Si bien pretendo abstraerme de sentimientos personales, vivencias propias o de personas para con las cuales prevalece cierto grado de afecto, asumo la subjetividad y la falta de rigor científico en la exploración y búsqueda de motivaciones y razonamientos que, desde el ámbito del trabajo, hombres y mujeres nos hallamos inmersos, pretendiendo una felicidad individual, impuesta o inducida.
Tiene que ver con el compromiso intimo y personal de desentrañar porque, tantos trabajadores, nacidos en ambientes de humildad, pasando crisis de necesidades de todo tipo y a pesar de poseer construida una vida sobre compromisos con los valores más puros, conducta digna, lejos de toda corrupción, pueden modificar unilateralmente su trayectoria, en el mismo ambiente y mediante acciones ligadas a la obtención de esos nobles objetivos para lo que fueron elegidos por los demás.
Búsqueda de respuestas a traiciones, deslealtades, claudicaciones, vicios y otras cuestiones que aun hoy no he hallado explicaciones lógicas, aunque si pretenderé transitar desde los orígenes del posible razonamiento de un simple hombre/mujer de trabajo.
Aunque los dichos populares tienen tal vez, más de sabiduría que de razonamiento lógico, cuesta reconocer que, llegado el momento, toda persona tiene su precio y la creencia del manejo de poder y el dinero, no solo transforma, sino que desenmascara las auténticos sentimientos y aspiraciones.
Tampoco sería extraño suponer que el tormento personal lleve a pensar otras salidas que, no por más perversas, son menos posibles. La primera que se me ocurre por lo cotidiano de nuestros días es la irrupción en adiciones que llevan a perder la libertad y ser manipulados por los  mercenarios del vicio y el poder. Personeros del mal que permitimos su crecimiento a nuestro lado, suponiendo no ser rozados por sus perversidad social, hasta que algún allegado cae en su telaraña. La segunda y tal vez tan triste y cruel por tratarse de la carroña humana, es el deslumbramiento de lujurias y placeres físicos, que destruyen toda fantasía de construcción de una sociedad apoyada en la familia y sostenida sobre valores éticos, nobles y dignos. Práctica perversa y denigrante, pero que es tan habitual y fácil de demandar desde el poder y tan dolorosamente ofrecida desde la necesidad, la estupidez y la ignorancia.
Conducta y comportamientos que dejamos pasar, no le damos la debida importancia o no sabemos alertar y combatir a tiempo y hoy somos sus víctimas, vergonzantes socios o en el peor de los caso, cómplices silenciosos u observadores pasivos.
Pido disculpas a quien sin ser mi intención, se sienta rozado por las reflexiones que expongo en el presente trabajo, pero al igual que los protagonistas, en algún momento debe asumirse ser parte de la sociedad que conformamos, de la cual todos somos artífices, y también instrumento de la ambición de otros que, sin escrúpulos y mas descaro, promueven iniciativas, emprendimientos y grandes gestas que, la historia escrita por los triunfadores, se encargará de difundir.
Pretendo humildemente, exaltar la necesidad de romper las cadenas que nos condicionan  para recuperar viejas prácticas de conductas, nuevos razonamientos y desde un plano de autentica igualdad, comenzar la construcción colectiva de una sociedad mejor, donde como persona se logre la felicidad plena y exhibible, sin remordimientos ni vergüenza.
En una investigación publicada recientemente, relacionado sobre palabras que los encuestados relacionaban con la felicidad de las personas, con asombrosa comparación entre hombres y mujeres, niveles educativos y lugares de consulta, se destacaba como primer elemento el trabajo, seguido por el desarrollo de una profesión y/o carrera y en un tercer plano el amor y el sexo.
Si prestáramos atención que a nuestro alrededor trabajadores, empleadores, profesionales, generalmente dedican la mayor parte del día en sus labores y responsabilidades diarias y en acciones ligadas a ellas, como transporte, tiempo bancario o relaciones públicas, Si para alimentarnos y el necesario descanso, ocupamos gran parte del resto del tiempo libre. Asumiríamos con cruda realidad que poco nos queda para la recreación, el desarrollo personal, el amor y los afectos.
Hoy nos cuesta visitar a los familiares de segundo grado, y a los directos, lo hacemos solo a causa de un motivo especial. Ya no honramos a nuestros mayores, los que depositamos en asilos para sacarlos del medio, sin cumplir con los compromisos morales de atención y cuidado personal. Si los velorios cierran sus puertas en horarios nocturnos, porque no hay familiares que necesiten velar al ser querido fallecido.
Desde esa realidad, y según mi modesta visión, todo esta relacionado con el ámbito, la región y los distintos aspectos que hicieron a la construcción socio cultural del hombre.  Situación que alguna vez describí mediante lo que denomine: teoría de “Burbujas Concéntricos”. Y hablaba de burbujas porque representaban la ocupación de un espacio, compuesto por diferentes elementos que se van incorporando en distintas etapas, crecientes y decrecientes, en permanente interacción interior y exterior, que provocan circunstancialmente implosiones y explosiones que repercuten en el resto, que a su vez las contiene. Que expanden o contraen según la fortaleza de sus elementos. Donde una contiene a la otra, y se retroalimenta para potenciarse o depositar sus rezagos o virtudes que le permitan seguir creciendo y multiplicándose en planos paralelos que a su vez se entrecruzan.
Haciendo un resumen de ella, podríamos decir que el ser humano, tanto como las organizaciones y las empresas, necesitan para su estructura inicial en su proceso de formación, alimentos o insumos, afectos o políticas públicas, Límites y reglamentaciones. En una burbuja que está supeditada a la “necesidad”. Pero también como humano o como cualquiera que ve la luz por primera vez, dependerá del momento histórico, las circunstancias, del amor que se ponga en su creación.
No es lo mismo un hijo buscado consiente desde el amor de sus padres que ha decidido tenerlo, en un momento de tranquilidad económica y paz social y uno que vino por circunstancias biológicas pero la pareja, desunida no pretendía continuar. Similar criterio cuando una organización inicia sus actividades en busca del bienestar general a aquella que es solo una fachada de sociedad en base a intereses personales de sus miembros. No es lo mismo una empresa, pensada, orientada desde el inicio a cubrir objetivos productivos determinados, que aquella nacida de la especulación o ventajas espurias circunstanciales.
A medida que avanzan en su crecimiento, comienzan a desarrollar habilidades y recursos que le permitan seguir avanzando en el medio, en la burbuja que podríamos decir de “poder hacer”. Y comienzan así a diferenciarse según las libertades circundantes. Libertades que lo van a ir marcando en valores, conductas en una nueva frontera relacionado con el “deber hacer”
Una vez obtenido los primeros elementos, podemos destacar que naturalmente comienza la etapa del “querer hacer y tener”. Donde pone su cuota personal, la creatividad, posibilidades reinantes, el instinto o el ingenio de los componentes que se fueron acumulando en las distintas burbujas.
Comienza así, otra etapa ligada al desarrollo y el consumo. Donde juegan nuevos elementos ligados a la necesidad y la sostenibilidad de la cosa. Inversión y financiación, las que en los seres humanos, son los padres los responsables de ello, pero que repercutirá indefectiblemente en el futuro inmediato y futuro de los hombres. Ligado al crecimiento, la acumulación de riqueza, saberes que proyecten la sustentabilidad. Pero también la riqueza, generando satisfacción a quien la posea y en quien la distribuya, marcando esa sutil, pero trascendental diferenciación de quien tiene o administra y quien la necesita.
Distribución donde juegan los valores, la obligación, la justicia y el poder. Donde desde el trabajo, como contrato de adhesión, limita y condiciona la libertad de los hombres. Como también el nivel de organización o empresa alcanzado, permitirá mayor o menor crecimiento, como así también mayor o menor involucramiento con su entorno social.
Primer estamento de la siguiente etapa que denomino de “socialización”. Donde tienen fundamental importancia la forma de participación interna y externa. Criterios de gestión y dinámica. Valores de representación y democracia, con todo lo que ella significa.
Y también con los aspectos que hacen al vinculo entre las personas que la circunscriben ligados a la confianza generada por el respeto, el dialogo, la aceptación de diferencias y la complementación.  El crecimiento ligado al involucramiento, la regionalidad y la acción comunitaria. Burbujas concéntricas que en cuanto a fortaleza de cada uno de los elementos que la fueron constituyendo, determinaran la sustentabilidad apuntalada por el prestigio social que la retroalimenta logrando sus objetivos.
Hoy, de los millones de trabajadores que con su honesta labor diaria generan riqueza en el país, y en forma similar en el los países del continente que nos rodea, en su gran mayoría le sumamos a las burbujas, tradición de inmigración, desarraigos, mutaciones locales, en definitiva una búsqueda del lugar donde nos permita echar raíces, desarrollarnos e inconsciente y  progresivamente construir espacios que nos garanticen tranquilidad, paz interior y seguridad.
Nuestros abuelos fueron dejando en nuestros genes, esa cultura de crecimiento generacional que como brújula infalible seguimos y desde el crisol que se constituyo, aprendimos a querer a nuestra tierra, nuestro medio y nuestra gente, que aunque los menos pretenden imponernos otras creencias, la mayor parte mantiene.
   Valores de respeto a los ancestros, añoranza por nuestro terruño, honra a nuestros muertos, complementación con nuestros pares. Aceptación de nuestras debilidades e ignorancias. Búsqueda en la acción común de los objetivos tácitos reconocidos. Depósito de confianza en quien posee mayor saber o habilidad. Esperanza en quien tiene mayor poder para proteger y coadyuvar a las necesidades de los más débiles. Mentalidad y prácticas que subsisten aun en muchos trabajadores.
Más allá de las reuniones familiares para fechas tradicionales (navidad, año nuevo, cumpleaños), es común la búsqueda de escusas para convocarse, por lo general en la casa del más beneficiado o en el camping sindical, pero con el aporte según habilidades culinarias y/o etílicas según los gustos. Nunca falta un buen postre hecho por cuñadas o primeras experiencias en la materia de hijas o sobrinas. El buen vino traído de un viaje al interior o recomendado por algún compañero de trabajo. Un apetitoso o innovador trozo de carne bajo la responsabilidad del más ducho para la parrilla, pero rodeado del resto, muestra de afecto, integración y complementación.
Momento donde se renuevan vínculos de fraternidad, lealtades e inquebrantables relaciones de amistad. Inclusive con otras familias, vecinos y sectores.
En esas costumbres, en esos simples gestos, comienzan a diferenciarse los niveles y/o sectores que componen el mundo laboral, muy a pesar de la búsqueda de una sola clase: “los que trabajan”.
Falta de identificación de clase, entre los que a cualquier precio quieren ascender. Añoranza sin compromiso ni involucramiento entre los que sienten la necesidad de otras costumbres y otras prácticas, más autóctonas y simples.
Son pocos los hombres que tienen asumida su real valía y compromiso con la sociedad que lo rodea.
¿Los otros, serán simples tilingos trepadores o malditos traidores a su esencia de personas libres y dignas?


Adalberto Tadeo Steinfeld. Morón, Julio de 2015.- 

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