jueves, 6 de julio de 2017

Columnas de vida

Columnas de vida.

Los que peinamos canas, e inclusive hasta alguna generación más joven, hemos vivido y desarrollado  sobre la imposición de pautas socio - culturales que tuvieron como parámetros dos columnas fundamentales: el trabajo y la familia.
El trabajo fue el eje de desarrollo donde encontrábamos la canalización social de todas nuestras aspiraciones. Fue beneficio de muchos iniciarse, desarrollarse y jubilarse en el mismo empleo, o en la menor cantidad de ellos. Distintivo de nuestro fracaso o nuestra mala suerte, resultaba la pérdida o el cambio de empleo, aunque ello sea motivado por una mejora posicional o económica. Fue el ámbito donde generalmente se generaban los amigos, muchos también sus parejas, los reconocimientos a los saberes, preparaciones y habilidades y  fundamentalmente, lugar de obtención de los recursos económicos que permitieron desarrollarnos y progresar progresivamente, en forma conjunta con el sostén la familia, su crecimiento generacional y bienestar.
Familia, a la cual se trataba de proteger y aislar de cualquier tipo de adversidad, reflejo de nuestros valores y contención afectiva de todas nuestras aspiraciones, del tipo que sean. Se mantenían separados los hijos de los avatares cotidianos buscando ver realizado en ellos los proyectos truncos, la educación superior ambicionada, funcionando de alguna manera como amortiguador de impactos circunstanciales de vida. Entidad que educaba en la convivencia poli clasista y respeto generacional. Valoración de saberes de los adultos mayores y los necesitados.
Hoy, cuando las expectativas de vida se prolongan, nos damos cuenta que el trabajo, por parámetro legal y actitud psico-física llega a su fin. Que nuestra experiencia no es tenida en cuenta. Que la empresa, en su objetivo de resultados, sobrevive en un mar de ambiciones, mentiras y desconsideración para con su personal, y mucho más si no muestran una performance competitiva y ambiciosa a cualquier precio, actitud que los mayores ya no sienten, aunque muchos quisieran no desprenderse de obligaciones y compromisos que los hace sentir vivos.
La otra columna ligada a la familia, ya no nos contiene afectivamente. Imitando nuestro ímpetu de libertad e independencia juvenil, busca independiente de nosotros y con herramientas generacionales propias, sobrevivir y crecer a su manera. Con una escala de valores particular, está física y espiritualmente lejos de los más viejos.
Desde esa concepción de vida, hubo a nuestro criterio, la ausencia de una columna que fomentara la búsqueda del equilibrio que nos facilitara el tiempo de permitirnos la satisfacción personalísima de sentirnos realizados en pequeñas y grandes aspiraciones propias. Concretar sueños fácilmente alcanzables y preocuparnos un poco mas de nosotros mismos. No alcanza la participación condicionada en centros de jubilados, o actividades sociales y culturales para cubrir el déficit personal que debiéramos haber logrado con menor edad y en otra etapa de vida.
Entonces, se toma conciencia, que como toda mesa, para sostener adecuadamente su contenido necesita de un cuarto puntal que, en muy pocas circunstancias hemos participado a su reconocimiento y construcción. Es la columna  socio-cultural qué, como resumen de aspiraciones colecticas y sostenida por valores y realizaciones de las mismas personas, vuelca a su favor, los espacios adecuados para compartir sin discriminaciones clasistas ni limitaciones de ninguna especie, solo manteniendo el respeto al prójimo y el bien común.
Esas cuatro columnas tampoco son visibles simultáneamente en las generaciones actuales.
El trabajo no da garantía de sostenibilidad en el tiempo ni ejerce el espacio de desarrollo y reconocimiento a aptitudes personales. Indisimuladamente se fomenta la competitividad, el individualismo y la búsqueda del lucro.
La construcción de la familia, no es prioridad de los jóvenes y la simple convivencia o la paternidad solteril, no alcanza para el desarrollo de éticas y valores contemporáneos con proyección futura.
 Si bien el desarrollo y la satisfacción personal ocupan un lugar primordial en las jóvenes generaciones, están sobrevalorados su individualismo y la despersonalización, lo cual obstruye la construcción colectiva de una sociedad diferente.
  Construcción socio-cultural colectiva que en nada es ayudada por las mismas organizaciones sociales existentes. Que no promueven la participación con transparencia y la rendición de cuentas, que permitan en franca apertura intelectual un intercambio creativo y superador.
El copamiento de los cargos directivos por camadas que se enquistas en organizaciones e instituciones del ámbito privado o semi-público, con prácticas corruptas, tampoco ayuda a promover la participación y el crecimiento cultural de las jóvenes generaciones.
¿Tienen las empresas, la capacidad de generar el cambio cultural de participación y mejoramiento, que luego se traslade a la sociedad en su conjunto, aunque sea por su interés íntimo de promover el crecimiento personal para aumentar el nivel productivo de sus empleados?
¿Es la “Responsabilidad Social Empresaria” la herramienta que nos facilite a todos el asumir la cuota de involucramiento en cada uno de los aspectos de nuestra existencia?
¿Habrá llegado el techo de las desviaciones de ambición de las personas, para recomenzar el camino de búsqueda del bien común, que elimine riesgos y temores?
 ¿Cuánto estamos individualmente dispuestos a aportar a una causa colectiva?

  

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