Columnas
de vida.
Los
que peinamos canas, e inclusive hasta alguna generación más joven, hemos vivido
y desarrollado sobre la imposición de
pautas socio - culturales que tuvieron como parámetros dos columnas
fundamentales: el trabajo y la familia.
El
trabajo fue el eje de desarrollo donde encontrábamos la canalización social de
todas nuestras aspiraciones. Fue beneficio de muchos iniciarse, desarrollarse y
jubilarse en el mismo empleo, o en la menor cantidad de ellos. Distintivo de
nuestro fracaso o nuestra mala suerte, resultaba la pérdida o el cambio de empleo,
aunque ello sea motivado por una mejora posicional o económica. Fue el ámbito
donde generalmente se generaban los amigos, muchos también sus parejas, los
reconocimientos a los saberes, preparaciones y habilidades y fundamentalmente, lugar de obtención de los
recursos económicos que permitieron desarrollarnos y progresar progresivamente,
en forma conjunta con el sostén la familia, su crecimiento generacional y bienestar.
Familia,
a la cual se trataba de proteger y aislar de cualquier tipo de adversidad, reflejo
de nuestros valores y contención afectiva de todas nuestras aspiraciones, del
tipo que sean. Se mantenían separados los hijos de los avatares cotidianos buscando
ver realizado en ellos los proyectos truncos, la educación superior ambicionada,
funcionando de alguna manera como amortiguador de impactos circunstanciales de
vida. Entidad que educaba en la convivencia poli clasista y respeto
generacional. Valoración de saberes de los adultos mayores y los necesitados.
Hoy,
cuando las expectativas de vida se prolongan, nos damos cuenta que el trabajo,
por parámetro legal y actitud psico-física llega a su fin. Que nuestra
experiencia no es tenida en cuenta. Que la empresa, en su objetivo de
resultados, sobrevive en un mar de ambiciones, mentiras y desconsideración para
con su personal, y mucho más si no muestran una performance competitiva y
ambiciosa a cualquier precio, actitud que los mayores ya no sienten, aunque
muchos quisieran no desprenderse de obligaciones y compromisos que los hace
sentir vivos.
La
otra columna ligada a la familia, ya no nos contiene afectivamente. Imitando
nuestro ímpetu de libertad e independencia juvenil, busca independiente de
nosotros y con herramientas generacionales propias, sobrevivir y crecer a su
manera. Con una escala de valores particular, está física y espiritualmente
lejos de los más viejos.
Desde
esa concepción de vida, hubo a nuestro criterio, la ausencia de una columna que
fomentara la búsqueda del equilibrio que nos facilitara el tiempo de permitirnos
la satisfacción personalísima de sentirnos realizados en pequeñas y grandes
aspiraciones propias. Concretar sueños fácilmente alcanzables y preocuparnos un
poco mas de nosotros mismos. No alcanza la participación condicionada en centros
de jubilados, o actividades sociales y culturales para cubrir el déficit
personal que debiéramos haber logrado con menor edad y en otra etapa de vida.
Entonces,
se toma conciencia, que como toda mesa, para sostener adecuadamente su
contenido necesita de un cuarto puntal que, en muy pocas circunstancias hemos
participado a su reconocimiento y construcción. Es la columna socio-cultural qué, como resumen de
aspiraciones colecticas y sostenida por valores y realizaciones de las mismas
personas, vuelca a su favor, los espacios adecuados para compartir sin
discriminaciones clasistas ni limitaciones de ninguna especie, solo manteniendo
el respeto al prójimo y el bien común.
Esas
cuatro columnas tampoco son visibles simultáneamente en las generaciones
actuales.
El
trabajo no da garantía de sostenibilidad en el tiempo ni ejerce el espacio de
desarrollo y reconocimiento a aptitudes personales. Indisimuladamente se
fomenta la competitividad, el individualismo y la búsqueda del lucro.
La
construcción de la familia, no es prioridad de los jóvenes y la simple
convivencia o la paternidad solteril, no alcanza para el desarrollo de éticas y
valores contemporáneos con proyección futura.
Si bien el desarrollo y la satisfacción
personal ocupan un lugar primordial en las jóvenes generaciones, están
sobrevalorados su individualismo y la despersonalización, lo cual obstruye la
construcción colectiva de una sociedad diferente.
Construcción socio-cultural colectiva que en
nada es ayudada por las mismas organizaciones sociales existentes. Que no
promueven la participación con transparencia y la rendición de cuentas, que
permitan en franca apertura intelectual un intercambio creativo y superador.
El
copamiento de los cargos directivos por camadas que se enquistas en
organizaciones e instituciones del ámbito privado o semi-público, con prácticas
corruptas, tampoco ayuda a promover la participación y el crecimiento cultural
de las jóvenes generaciones.
¿Tienen
las empresas, la capacidad de generar el cambio cultural de participación y
mejoramiento, que luego se traslade a la sociedad en su conjunto, aunque sea
por su interés íntimo de promover el crecimiento personal para aumentar el
nivel productivo de sus empleados?
¿Es
la “Responsabilidad Social Empresaria” la herramienta que nos facilite a todos
el asumir la cuota de involucramiento en cada uno de los aspectos de nuestra
existencia?
¿Habrá
llegado el techo de las desviaciones de ambición de las personas, para
recomenzar el camino de búsqueda del bien común, que elimine riesgos y temores?
¿Cuánto estamos individualmente dispuestos a
aportar a una causa colectiva?
No hay comentarios:
Publicar un comentario