El sistema socio/productivo en que vivimos, nos hace correr tras un
materialismo que, supuestamente nos acerca a la felicidad, mientras las corporaciones de poder acuerdan
y nos imponen pautas de convivencia, modelos organizativos y hasta costumbres
que, en un sometimiento consentido, ejercemos, compartimos y en muchos casos,
promovemos.
En este modelo, se produce una permanente y dinámica evolución que modifica
la forma de organizar la producción, las herramientas con que trabajamos y
hasta las cualidades laborales necesarias para lograr un mayor beneficio
lucrativo, repartido cada vez más, entre muy pocos.
Estos cuatro artículos que compartimos, exponen una realidad que
convivimos y que merece tener en cuenta, mirando al futuro.
1.- Robots vs. humanos: pelea que viene en el mundo laboral
Sebastián Campanario para La Nación - Domingo 19 de Julio de 2015
Las nuevas tecnologías impulsan cambios en el
mercado del trabajo, ya que las máquinas reemplazan a las personas; aumenta la
resistencia al cambio y la conflictividad
“Una comedia es igual a una
tragedia + tiempo", decía un personaje en una película de Woody Allen.
Días atrás, la hipótesis se cumplió a rajatabla con la muerte de un operario en
una planta de la automotriz Volkswagen, en Alemania, por el accionar defectuoso
de un robot. Una noticia trágica, que tristemente provocó centenares de chistes
en Twitter, cuando se viralizó que una de las periodistas que la difundió, tenía
nombre casi igual al de la protagonista de la película Terminator, película que narra un futuro terrorífico, en el
que las máquinas se adueñaron del planeta y buscan extinguir a la raza
humana
Noticias de este tipo
comenzaron a aparecer en 2015 con mayor frecuencia. En marzo, una ciudadana
coreana se despertó de la siesta cuando un robot-aspiradora le estaba comiendo
el pelo. Y a fines de abril, un robot fue "preso" en Suiza luego de
comprar pastillas de éxtasis por Internet.
¿Novedades de países del
Primer Mundo, alejadas de la realidad argentina? No tanto. El 20 de junio
pasado, los operarios de la Línea C de subte hicieron un paro sorpresa en
protesta contra la implementación de máquinas expendedoras de boletos. Intentan
evitar que los reemplacen autómatas.
Y dos semanas atrás, hubo
un grave accidente en la planta de una empresa siderúrgica de las grandes: un
operario perdió una pierna en una línea de producción que fue automatizada
recientemente.
"El desplazamiento de
trabajadores de calificación media en países desarrollados ocurre desde hace 30
años -prosigue el director de la consultora Elypsis y presidente del Cippec-,
no sólo por la mudanza de puestos industriales a emergentes, sino también por
la sustitución por la máquina. De hecho, el empleo industrial en China cayó
aproximadamente un 25%, no muy lejos de la marca en economías desarrolladas.
Así, la globalización de empleos sería apenas una parada intermedia hacia la
automatización.
Para Guillermo Cruces,
especialista en temas sociales y laborales del Centro de Estudios Distributivos
Laborales y Sociales (Cedlas) de La Plata, en los países desarrollados se observa
cada vez más un reemplazo de tareas rutinarias por computadoras (rutinarias
cognitivas) o trabajadores y máquinas en otros países (rutinarias manuales).
"Esto empezó con las fábricas y el Made in -agrega Cruces-, pero avanza
cada vez más en tareas cognitivas, como lo puede atestiguar cualquiera que haya
marcado un 0800 para un servicio local y haya obtenido una respuesta en otro
lugar del planeta", dice.
En la recuperación de la
última crisis sólo crecieron en los Estados Unidos los trabajos no rutinarios,
aquellos que no pueden ser reemplazados simplemente. Pero no se recuperaron las
capas intermedias, que son las que más sufren la automatización, en una
tendencia que David Autor, economista del Massachusetts Institute of Technology
(MIT), describe como "polarización del empleo".
Ya hay consultores en los
Estados Unidos y en Europa que publican listas de los "Diez empleos en
peligro de extinción" (como si fuera un especial de National Geographic en
especies en riesgo).
Y en cualquier polémica de
este campo surge la cita obligada al trabajo de los profesores de Oxford Carl
Frey y Michael Osborne, quienes relevaron la tasa de sustitución de máquinas
por humanos en cada una de las 702 ocupaciones que releva la secretaría de
empleo de los Estados Unidos y llegaron a la conclusión de que el 47% de los
puestos podrían ser desafiados por robots o inteligencia artificial en los
próximos veinte años.
Entre los más sustituibles
están las posiciones más rutinarias: "Si usted está aburrido porque en su
trabajo hace lo mismo todos los días, empiece a preocuparse"). Entre los
puestos de trabajo más seguros, aparecen aquellos que requieren habilidades de
creatividad y empatía, inherentemente humanas.
El debate sobre el futuro
del empleo y la incidencia del reemplazo de humanos por robots es muy
pantanoso, en buena medida porque el presente de este fenómeno está en
discusión y no hay consenso entre los economistas en que el estancamiento del
empleo en los Estados Unidos y en las principales economías del mundo se deba al
factor tecnológico.
Sin embargo, son muchos los
economistas que piensan que "esta vez es diferente". Según cuenta
Levy Yeyati a LA NACION, esta vez es distinto porque la automatización
reemplaza también tareas en el sector servicios, donde hasta ahora recalaban
los trabajadores desplazados de la industria: "Y en la medida en que las
máquinas ganen en flexibilidad y capacidad de aprendizaje, podrían sustituir
empleos menos automatizables, hoy protegidos: el auto sin conductor reemplaza
al chofer; el robot, al repositor e incluso al personal de limpieza".
Para los profesores del MIT
Erik Brynjolfsson y Andrew McAfee, autores de “La segunda era de las máquinas”,
los avances en la tecnología digital son a nuestra capacidad mental lo que la
máquina de vapor fue, hace doscientos años, a nuestra capacidad muscular.
Por eso, dicen, es el mejor
momento para ser un trabajador especializado con la educación adecuada, con la
capacidad para usar la tecnología para crear valor, y es el peor momento para
ser un trabajador estándar con aptitudes medias fácilmente replicables por
computadoras y robots. "Pero el progreso en la digitalización podría poner
en jaque a todo el espectro laboral. Incluso al médico, gracias al
perfeccionamiento del diagnóstico digital, o al profesor, cortesía de los MOOC
[la sigla en inglés de los cursos online masivos y abiertos]", agrega Levy
Yeyati.
Hay un tono
"sombrío" en el debate económico global actual, que tiene un
emergente en los libros de moda (El capital en el siglo XXI, del francés Thomas
Piketty; La gran división, de Joseph Stiglitz, o las compilaciones de Lawrence
Summers sobre el "estancamiento secular").
No podía ser de otra
manera: la discusión por las derivaciones del avance de la tecnología y de la
inteligencia artificial en el mundo del trabajo está que arde entre los
economistas.
En un debate que
mantuvieron en la Universidad de Buenos Aires (UBA), los economistas Daniel
Heymann (director del Instituto Interdisciplinario de Economía Política) y
Lucas Llach (profesor de la Universidad Torcuato Di Tella y candidato a
vicepresidente de la UCR) mostraron posturas contrapuestas. Heymann, preocupado
por un futuro de alto desempleo. Llach, con una visión más optimista, resaltó que
la incorporación de máquinas sube la productividad, pero no afecta tanto al
empleo como postulan algunos.
El tercer participante del
debate de la UBA, el físico ruso Andrei Vazhnov, destacó: "La evidencia
histórica está unánimemente del lado de la idea de que nadie termina extrañando
los puestos que reemplazan las máquinas y
que surgen nuevas ocupaciones".
"Si una máquina puede
hacer por cinco pesos el trabajo que una persona hace por 10 pesos, el
trabajador tiene dos opciones: trabajar por cinco pesos [una reducción de 50%
de su salario] o buscar otro trabajo. Por eso, la máquina que sustituye trabajo
aumenta la productividad [y el ingreso del empresario], pero reduce el salario
[y el ingreso del trabajador], profundizando la inequidad", explica
Eduardo Levy Yeyati, quien abordó este tema en su reciente libro PorVenir, de
Editorial Sudamericana.
Un reciente informe de la
Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) concluyó que
la desigualdad nunca fue tan alta en la mayor parte de sus 34 países miembros,
un fenómeno que se explica en principal medida por la caída del poder de compra
del 40% más pobre de la población. Cuánto de todo este marco se debe a la
automatización es lo que está en discusión.
De cualquier forma, no se
trata de una cuestión nueva. En la tercera temporada de la serie Mad Men, que
transcurre en Nueva York en la primera mitad de los años sesenta, el protagonista
sale a tomar algo a la noche y conoce a un estudiante avanzado de ingeniería,
que le cuenta que se cambió desde abogacía. "Si nos van a reemplazar las
máquinas de todas formas, por lo menos quiero ser de los que las hacen",
se justifica.
La "angustia por las
máquinas" recrudece tanto en períodos de disrupción tecnológica como en
los de estancamiento del empleo. En 1821, un tiempo después de las protestas de
los luditas que rompían las máquinas de la Revolución Industrial, el economista
David Ricardo advertía sobre las consecuencias de la automatización sobre el
empleo, al igual que John Maynard Keynes en 1930, cuando acuñó el término de
"desempleo tecnológico".
En sus charlas en la
Facultad de Ciencias Económicas de la UBA, Lucas Llach, Heymann y Vaszhnov
coincidieron en llamar a no dejarse seducir por "distopías excesivas"
sobre la desaparición del empleo en manos de las máquinas. Como el "auto
volador", que, según el sitio PaleoFuture (que recopila visiones del
futuro de décadas pasadas), viene siendo anunciado desde una década y media
"para dentro de dos años", la disrupción laboral podría tardar más
tiempo en llegar o lo haría de otra forma.
Cruces, del Cedlas, da un
ejemplo al respecto: "Estas sustituciones también tienen sus límites. Es
un clásico, ya que se anuncia cada tanto una «nueva revolución en la
construcción», que generalmente implica algún tipo de prefabricados: casas que
se arman en containers, fábricas chinas de rascacielos, habitaciones
adicionales empacadas y despachadas en cajas chatas por IKEA.
Sin embargo, y después de
décadas de promesas de prefabricados, seguimos construyendo, más o menos, como
los etruscos".
2.- Cómo evitar la desigualdad tecnológica
Eduardo Levy Yeyati para La Nación- Miércoles 29 de Julio DE 2015
A medida que los robots asumen las tareas
automatizables, caen los puestos de trabajo y el ingreso se concentra en los
más calificados; sin un cambio cualitativo en las políticas educativas, la
tensión entre crecimiento y equidad podría inhibir el desarrollo
Una invisible
"diagonal del conocimiento" une a la innovación tecnológica, el
empleo, la educación y la equidad, cuatro pilares del desarrollo que suelen ser
debatidos de manera aislada o, en el mejor de los casos, de a pares. Su recorrido
es más o menos así: la tecnología reemplaza trabajo automatizable y concentra
el ingreso en los más educados.
Esta diagonal por ahora se
da lejos de casa, dedicados como estamos en la Argentina a tareas más
inmediatas, como reducir el racionamiento de dólares o salir de la recesión.
Pero más temprano que tarde nos alcanzará, sobre todo si tenemos éxito en
resolver la coyuntura.
La diagonal del
conocimiento es larga y sinuosa, y complementa (e incluso contradice) nuestro
saber convencional sobre desarrollo. Es probablemente el único camino posible
que tiene un país como la Argentina para mejorar su nivel de ingresos. Por eso,
conviene trazarla paso a paso.
Hace tiempo que en el mundo
desarrollado se habla de un "ahuecamiento" del mercado laboral que
empobrece a la clase media y eleva la desigualdad de salarios (y de ingresos).
¿En qué consiste este ahuecamiento? En una caída del empleo y del ingreso
relativo del trabajador de calificación media, a medida que estos trabajos son
reemplazados por programas y robots. Y si al principio la automatización
reemplazaba tareas industriales, desplazando empleo hacia el sector servicios,
hoy las máquinas vienen por los empleos en servicios; de nuevo, particularmente
los de calificación media, más automatizables, preservando por ahora
ocupaciones más artesanales, como la medicina o la limpieza.
Por eso, si bien el
ahuecamiento no es nuevo (en los Estados Unidos ya lleva tres décadas), en los
últimos años derivó en una suerte de maquinismo distópico ante la acumulación
de evidencia anecdótica: trámites y traducciones online, cajas automatizadas en
cadenas de supermercados, robotización de los depósitos de gigantes como
Amazon. La ansiedad no es sólo americana: por ejemplo, la gran apuesta china
para recuperar competitividad es la robotización masiva, como en el caso de la
compañía FoxConn, productora de iPhones.
Para optimistas
tecnológicos como los profesores del MIT Erik Brynjolfsson y Andrew McAfee, la
tecnología digital es a nuestra capacidad mental lo que la máquina de vapor a
nuestra capacidad muscular. Por eso, dicen, éste es el mejor momento para ser
un trabajador especializado con la educación adecuada para usar la tecnología a
fin de crear valor, y es el peor momento para ser un trabajador estándar con
aptitudes fácilmente maquinizables.
Para los pesimistas
tecnológicos, en cambio, éste es sólo el comienzo: la digitalización ya está
poniendo en jaque al resto del espectro laboral, incluyendo los trabajos más
"artesanales". El auto sin conductor reemplazaría al chofer; el
robot, al personal de limpieza; el diagnóstico digital, al médico; los cursos
online, al profesor.
En ambos casos, librada a
su propia dinámica, la innovación tecnológica tiene como consecuencia una caída
del empleo y de la participación del trabajo que no distingue entre sectores. Y
un deterioro de la equidad (una "desigualdad tecnológica") que se
manifiesta en tres variedades: entre empresas y trabajadores; entre trabajadores
ricos y pobres, y entre empresas ricas y pobres.
¿Cómo es esto? Por un lado,
como la tecnología reduce empleo pero no eleva el salario por hora, el
trabajador se lleva una fracción menor del producto. Por otro lado, beneficia a
los puestos calificados, y mejor remunerados, a expensas del resto. De este
modo, la tecnología sería "pro capitalista" en sentido amplio:
favorecería a los dueños del capital físico (máquinas y procesos) y a los
dueños del capital intelectual necesario para beneficiarse de ellos.
Pero hay más. Un estudio
recientemente publicado por el NBER ("Desigualdad salarial y crecimiento
de la empresa") sugiere que en países desarrollados la desigualdad
salarial es mayor en empresas grandes. De comprobarse, esta relación entre
desigualdad y crecimiento complicaría aún más la ecuación política del
desarrollo. Es que si la desigualdad refleja factores individuales (las
cualidades del trabajador), la política pública puede orientarse a mejorar y
adecuar la formación. Pero si, en cambio, la desigualdad aumenta con la
productividad de la empresa (o del sector), la tensión entre crecimiento y
equidad sectorial puede inhibir el desarrollo, a menos que se lo complemente con políticas de protección o distribución.
Para compensar tanto
pesimismo tecnológico hay que decir que todo esto llevará algún tiempo. No toda
la evidencia reciente apoya esta profecía, como sugiere Bob Butcher, del
National Institute for Economic and Social Research de Londres, en un artículo
reciente. Y como demostró Gari Kasparov en el ajedrez "estilo libre",
la máquina le gana al gran maestro, pero no al hombre cooperando con la
máquina.
Pero tampoco hay que caer
en la complacencia. Si las nuevas tecnologías sustituyen empleo y deterioran el
ingreso relativo de los trabajadores menos calificados, será difícil concebir
nuestro desarrollo sin un cambio cualitativo en la educación. Parafraseando al
economista Jan Tinbergen, podríamos decir que la desigualdad tecnológica será
una carrera entre la tecnología y la educación.
Para entender esto,
recordemos que, tras la recuperación del empleo en la poscrisis, el principal
motor de nuestra mejora en la distribución del ingreso fue la menor desigualdad
salarial. Paradójicamente, el atraso tecnológico (la proliferación de trabajos
poco sofisticados de baja productividad) es una de las razones invocadas por
los especialistas para explicar por qué en la Argentina (y en América latina)
los salarios se igualaron mientras en el resto del mundo se ahuecaban. Por eso,
agotadas las rentas del boom de commodities y con los indicadores sociales
estancados o en retroceso, hoy enfrentamos el desafío de estimular la
innovación y la actualización, eludiendo el desempleo y la desigualdad
tecnológica.
Hace unos meses, una nota saludaba
que "por primera vez hay más inscriptos en ingeniería. Sin embargo, lo que
los datos mostraban era que los inscriptos en Ingeniería apenas caían menos que
los de Sociales. Lo relevante, en todo caso, no sería cuántos se inscriben,
sino el porcentaje que se gradúa (dato no disponible por facultad, pero que en
las universidades nacionales ronda el 23%).
Esto viene a cuento de un
cambio necesario en la agenda educativa: la complementación de la educación
como mecanismo de inclusión (enfatizando el cuidado de la infancia temprana y la
escolarización) con un enfoque que vea a la educación como acumulación de
capital humano (enfatizando la calidad y la educación terciaria). Es decir,
como el entrenamiento necesario para no quedar rezagado en la carrera de
Tinbergen.
¿Qué hacer para ser beneficiarios
y no víctimas de la revolución tecnológica? Las recomendaciones usuales apuntan
a una reforma de la educación (más flexible y orientada a la elaboración y la
creatividad), al fomento de la innovación, a la inversión en investigación y
desarrollo vinculada con el sector productivo, al financiamiento de sectores
dinámicos. Es decir, a un modelo productivo basado en el conocimiento que nos
permita vender caro nuestro trabajo.
Y si bien es probable que
nunca le ganemos del todo la carrera al robot y que sea necesario compensar la
desigualdad tecnológica, ya no hay margen para quedarnos parados esperando el
milagro.
Tecnología, empleo,
educación, equidad. Nuestro dilema de desarrollo no es entre innovación y
empleo. Es entre generar productividad y distribuir sus frutos, o insistir con
una versión vintage del desarrollismo que emula pasado con más de lo
mismo,
3.- En comercio electrónico, la
moda destrona a la tecnología
Alfredo Sainz para La Nación - Domingo
04 de Octubre de 2015
En el primer semestre de este año hubo más
ropa que equipos electrónicos entre los bienes vendidos por Internet
El reinado que hasta hace
poco parecía inexpugnable de la electrónica en las compras online corre
peligro: ahora está amenazado por el avance de la venta de ropa en Internet.
En la primera mitad de este
año, por primera vez en la historia el rubro indumentaria desplazó en unidades
vendidas a la industria electrónica, con ventas anualizadas que superaron los
1500 millones de pesos y un crecimiento de 104%, según datos de la Cámara
Argentina de Comercio Electrónico (CACE).
Los productos más vendidos
en la categoría de moda son botas, zapatillas, zapatos, carteras, camperas,
relojes, perfumes y jeans. En el caso de Mercado Libre Moda –el marketplace de
Mercado Libre dedicado a la indumentaria- estas categorías concentran más de la
mitad de la demanda, con un ticket promedio de $ 650 y una llamativa presencia
mayoritaria masculina, con un 60% de consumidores hombres.
El principal motor del
e-commerce son los dispositivos móviles, que ya concentran el 15% del tráfico
del comercio online y que según las proyecciones de CACE, en
2018 representarán casi la mitad de la demanda.
"Las empresas están
reconociendo el potencial que tienen los sitios móviles, no sólo porque los
dispositivos móviles se consolidan como un canal seguro de consumo, sino
también porque los usuarios han adoptado el hábito de búsqueda online previo
a la compra, posicionándolo como una nueva oportunidad de mercado", aseguró
Fernando Cattanio, director de la comisión de
indumentaria de CACE.
Por su parte, desde las
marcas destacan la ampliación de su universo de clientes que posibilitó el
canal electrónico. "Desde que comenzamos con el comercio online hace
tres años, el canal no paró de crecer y hoy representa 25% de nuestras ventas.
En el caso de Mercado Libre lo que mejor nos funciona son el Hot Sale y otros
eventos promocionales en los que se dispara la demanda", afirmó Gabriel
Pozner, socio de Puro, una marca de bolsos y zapatillas.
"La venta online nos
permitió llegar a zonas que no teníamos cubiertas, pero también nos dio mayor
visibilidad. Por ejemplo, hoy sumamos como cliente a una mujer que estaba
navegando y se cruzó con una oferta de un bikini mientras buscaba otra
cosa", contó Florencia Bonavento, directora de la marca de trajes de baño
y ropa deportiva Luz de Mar, que también comenzó a incursionar en el
e-commerce.
La hora de las sinergias.
En el sector destacan que a
futuro se espera una mayor complementación entre los canales offline y online para
la venta de indumentaria, con dos fenómenos en alza: el webrooming -cuando
el consumidor realiza una búsqueda online y finalmente
concreta la compra en un local físico- y el showrooming, que es al
revés y el cliente se prueba la prenda en un negocio tradicional, pero termina
haciendo una compra online. "La clave del éxito es ver ambas tiendas
como complemento y no de manera excluyente.
Es ideal sumar más
experiencias digitales en las tiendas físicas y llevar más servicios de estas
tiendas al mundo de Internet, con objeto de que el comercio online funcione
como un local físico más, con igual volumen de ventas y facturación",
explica Mariela Censori, directora de Ventas de Mercado Libre Moda Argentina.
Atención personalizada.
El avance online no
significa una desaparición de la atención personalizada que caracteriza a un
local tradicional de ropa. "La atención personalizada sigue siendo otro
factor fundamental, a través de chats, preguntas y respuestas individualizadas.
Cuando se eliminan las
preguntas en los e-commerce, las ventas caen entre 30 y 40%. El canal necesita
tiempo y dedicación para que funcione, y que el cliente tenga una buena experiencia
y se replique en más consumidores", dice Cattanio.
Cambio de hábito.
Tímidamente, la venta online de
indumentaria está
llegando al negocio del usado. "Hoy la venta de ropa usada en nuestro sito
en la Argentina crece a una tasa de 30% por encima del promedio de la
plataforma, y creo que responde a un cambio en los hábitos de los consumidores,
que dejaron atrás cierta aprensión que había a la hora de comprar una prenda
que había usado otra persona.
Igual, en la Argentina
tenemos mucho terreno para recorrer. En Europa, en sitios como el nuestro hay
gente que compra y vende vestidos usados de Versace o Gucci", explicó
Agustín Garicoche, el gerente general del portal OLX Argentina.
4.- La oficina del futuro: cómo será trabajar en 2030
Paula Urien para La
Nación- Domingo 16 de agosto de 2015
La secretaria será una aplicacion en el bolsillo
cada vez más sofisticado y al alcance de todos y habrá cada vez más
conversaciones con objetos dotados de tecnología.
El futuro es hoy. Cuando se
piensa en la manera de trabajar en 2030 todo parece muy novedoso, pero lo más
increíble es que la tecnología ya existe.
La manera de trabajar y de
hacer negocios está en vías de un cambio radical. De estas cosas se hablaron en
el encuentro "El futuro del trabajo. Un nuevo paradigma en la gestión de
talento, una nueva manera de concebir las organizaciones", llevado
adelante por la consultora y fundadora de Whalecom Paula Molinari junto a
Globant, como anfitriones.
Con la idea de que sean los
jóvenes protagonistas de los tiempos que vienen quienes den una idea de lo que
se imaginan para el futuro, los "globers" Tomás Tecce, Data
Scientist; Thaisa Schiel, Champions People Department y Francisco Márquez, Web
UI Developer, se animaron a contar cómo será un día de trabajo en 2030, en
primera persona:
Me despierto y se proyectan
sobre la pared datos que recabaron sensores y generan información diversa:
cuánto dormí, datos sobre mi salud. Antes de salir de la cama, la casa ya se
puso en funcionamiento, está climatizada y me prepara el desayuno. Me informo y
me conecto a las redes sociales.
Salgo en mi bici
inteligente, que además de mantenerme en forma hace un seguimiento sobre mi
actividad física. Mientras, con un simple comando de voz le digo a mi asistente
de inteligencia artificial que le mande un documento a mi compañero de trabajo
sobre lo que vamos a presentar en una reunión por la tarde.
Ya en la empresa (que tiene
un lugar para dejar las bicis y vestuarios), el entorno me reconoce. Me dice
dónde hay un puesto de trabajo libre cerca de la ventana, que es donde me
gusta. Mi escritorio cambia al verde, mi preferido y la silla se adapta a mi
cuerpo.
Una herramienta de recursos
humanos a la que se le cargaron algunas especificaciones, arma un equipo de
trabajo para el siguiente proyecto. Me pongo a trabajar.
Después de almorzar, una
rápida carga de batería en alguno de los sillones para siesta que tiene la compañía, de 15 minutos nada más.
Llego a la sala de
reuniones. Están demorados. Se reproduce mi canción favorita automáticamente.
Después de la reunión, aparece
en mi dispositivo que tengo un grupo de amigos que se va a reunir cerca de mi
casa. Como está lloviendo, decido irme en alguno de los coches inteligentes que
tiene la empresa porque llueve. Hago la reserva y ni le digo donde vivo porque
ya lo sabe
¿Interactuar con el medio
ambiente? Será normal. Habrá entornos que reconozcan a las personas, sus gustos
y necesidades. "Lo que nuestra generación encuentra sorprendente, que una
computadora reconozca nuestras necesidades y deseos, nuestros hijos lo verán
como más natural y ni hablar de nuestros nietos", dijo Mike Jordan, un
científico norteamericano, profesor en la Universidad de California y experto
en inteligencia artificial, citado por los globers. "Se va a asumir que el
entorno predice y se adapta, y con él habrá conversaciones."
Las habilidades requeridas
para hoy y para el futuro son sentido común, inteligencia social, pensamiento
adaptativo, saber administrar la carga cognitiva, colaboración virtual,
mentalidad ágil, entre otras. "Quienes entran al mundo del trabajo son
dinámicos, usan las redes sociales, saben de big data (el análisis de grandes
volúmenes de información), tienen celular, usan la nube y dinámicas de juego
que conectan con la realidad de manera diferente", dijo Guillermo Willo,
Chief People Officer de Globant. "Hoy se habla mucho de vivir experiencias
amigables, fáciles, dinámicas que generen participación", agregó.
En materia de cambios,
Andrés Meta, accionista del Banco Industrial y Emprendedor, BIND, habló
específicamente sobre el futuro de los bancos de una manera poco prometedora si
es que no se replantean su modelo de negocios. "La velocidad de las
compañías financieras es lenta en general." Pasó a nombrar entonces emprendimientos
que eliminan la intermediación financiera como LendingClub, el mercado online
más grande del mundo que conecta prestatarios e inversores, o Afluenta, que da
soluciones a aquellos que solicitan préstamos.
"Los bancos se
encierran cada vez más en sí mismos y hablan cada vez menos con los clientes",
agregó. Y se viene la contracultura, donde el usuario tiene el poder.
Adalberto
Tadeo Steinfeld
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